
Resumen
En este trabajo se analiza el sistema de numeración cardinal de una de las variantes de la lengua cora o náayeri (familia yutoazteca): el cora de San Francisco o náayeri kwáxa’atana. Para ello, se utilizan algunos de los conceptos e ideas principales planteados por Greenberg (1987) y Seiler (1990) para este tipo de sistemas entre las lenguas del mundo. En el análisis realizado se identifican los términos formativos del sistema de numeración y, dentro de estos, se distinguen los numerales llamados "átomos" de las "bases". Asimismo, se exploran las operaciones calculatorias con que cuenta el sistema y los recursos morfosintácticos a través de los cuales se expresan.
1. Introducción
En este trabajo se presentan los resultados alcanzados hasta ahora en una investigación acerca del sistema de numeración cardinal de una de las variantes dialectales de la lengua cora o náayeri, conocida como "cora de San Francisco" o, de acuerdo con su autodenominación, náayeri kwáxa’atana. El cora de San Francisco (en adelante CSF) es una de las variantes minoritarias de la lengua cora, la cual es hablada en las comunidades de San Francisco e Ixtalpa (esta última anexa a la primera), en el municipio serrano de El Nayar, Nayarit, México. De acuerdo con datos del Censo de 2010 del INEGI, San Francisco cuenta con 577 habitantes e Ixtalpa con 151, aunque no hemos podido encontrar información en esta misma fuente acerca de cuántos de ellos son hablantes de cora2. En los mapas del (1) al (3) se muestra la ubicación de las comunidades de San Francisco e Ixtalpa (con imágenes adaptadas de INEGI, 2010).
La lengua cora pertenece a la familia lingüística yutoazteca, que se extiende por diversas regiones de Norteamérica y alcanza partes de Centroamérica. Al interior de esta familia constituye, junto con el huichol o wixárika, el llamado "grupo corachol", que se ubica tradicionalmente en la región cultural de El Gran Nayar. El grupo corachol suele clasificarse a su vez dentro de la rama sonorense de la sub-familia yutoazteca sureña (ver, por ejemplo, Fowler, 2009, pp. 1139-1140 y Moctezuma, 2012, pp. 42-47). El número de variantes dialectales del cora y su distribución geográfica es un asunto discutido en la actualidad. No existen datos precisos al respecto, aunque se han adelantado algunas propuestas (ver, por ejemplo, Casad, 1984, p. 155 y 2001, pp. 109-110; Vázquez, Flores y Jesús, 2009, p. 170; INALI, 2013, pp. 96-98). La tradición oral entre los coras considera por lo común la existencia de cinco variantes, cada una con un punto focal, constituidos por las comunidades de Jesús María, La Mesa del Nayar, Santa Teresa, San Francisco y San Juan Corapan. Cabe decir que Vázquez (2009, p. 170) añade a esta lista la variante de Presidio de los Reyes. De estas variantes, suele haber consenso en considerar como mayoritarias las tres primeras, y como minoritarias a las de San Francisco y San Juan Corapan3.
Como se ha señalado en diversas ocasiones, en las lenguas del mundo existe una enorme diversidad de sistemas de numeración, los cuales forman parte de la riqueza lingüística y cultural de la humanidad. Sin embargo, los sistemas de numeración tradicionales de muchas lenguas están siendo desplazados por los sistemas de lenguas dominantes, por lo que la documentación, descripción y fortalecimiento de los sistemas amenazados es un asunto de primera importancia (Chan, s.f.). En el caso del CSF, de acuerdo con algunos hablantes y las observaciones que hemos realizado, solo se utilizan en el habla común los numerales del uno al cinco y algunas veces el numeral para veinte. Para el resto de los valores numéricos se utiliza el sistema de numeración del español, y aún los numerales de uso común en cora alternan con los numerales correspondientes del español. Una situación similar reportan otros hablantes para las variantes del cora de Jesús María y de San Juan Corapan. La intención del presente trabajo es profundizar en la documentación y descripción de los sistemas de numeración de las variantes de la lengua cora que se han realizado hasta la fecha. Por otra parte, intentamos dar cuenta, en la medida de nuestras posibilidades, de la complejidad y la riqueza que encierra un sistema de numeración como el del cora de San Francisco.
El trabajo está organizado de la siguiente manera: en la sección 2 abordamos sumariamente algunas nociones teóricas que nos ayudarán en el análisis de los datos que hemos reunido sobre el sistema de numeración del CSF; en la sección 3 hablaremos de los términos formativos que conforman el sistema de numeración investigado; en la secciones 4 y 5 abordaremos los términos que consideramos pueden ser descritos como "átomos" y "bases", respectivamente; en la sección 6 estudiamos las operaciones calculatorias identificadas en el sistema; finalmente, presentamos las conclusiones del estudio.
2. Nociones teóricas
Greenberg, en un importante trabajo sobre los sistemas de numeración cardinal de las lenguas del mundo, señala que en los sistemas de este tipo suelen encontrarse tres elementos constitutivos principales: un conjunto de numerales llamados "átomos"; dentro de estos, un sub-conjunto de términos denominados "bases"; finalmente, un repertorio de "operaciones calculatorias" para formar numerales más complejos (Greenberg, 1978)4. Seiler (1990), quien desarrolla las ideas de Green-berg (1978), propone que la variedad de sistemas de numeración que se encuentran en las lenguas del mundo constituyen distintas maneras de llevar a cabo lo que él llama la "operación de enumeración". Asimis-mo, propone que esta operación se puede realizar mediante tres técnicas o mecanismos, para las que retoma los términos utilizados por Greenberg: átomos, bases, y operaciones calculatorias. Para establecer los rasgos caracterizadores de estas técnicas, Seiler distingue claramente las bases de los otros términos formativos, a los que llama "átomos" propiamente, es decir, en lugar de considerar a las bases como parte del conjunto de los átomos, separa ambos conjuntos y los concibe como dos técnicas lingüísticas distintas para realizar la operación de enumeración. De acuerdo con Seiler (1990, pp. 189-190), las tres técnicas mencionadas se organizan en un continuo estructurado por los dos principios generales de indicatividad y predicatividad, los cuales se encuentran en una relación de complementariedad5. A grandes rasgos, la indicatividad se refiere a que el significado lingüístico es representado de manera directa, es decir, mediante una asociación simple –que no requiere composicionalidad a nivel formal– entre el significado y la expresión que lo representa; además, esta asociación tiende a ser arbitraria (es decir, tiende a no estar semánticamente motivada). En el caso de la operación de enumeración, los átomos –que suelen representar los primeros valores numéricos del sistema: "uno", "dos", "tres", etc.– son los numerales que muestran un mayor carácter indicativo, pues la asignación de su valor numérico se realiza por lo general de manera directa, esto es, sin necesidad de crear numerales complejos mediante el uso de operaciones aritméticas. Asimismo, suelen mantener con dicho valor numérico una relación de arbitrariedad.
El principio de predicatividad, en cambio, alude a que los conceptos son representados mediante la predicación o explicitación de rasgos asociados a estos, es decir, su representación no es directa (no es simple ni arbitraria), sino que, por el contrario, esta se "construye" predicativamente. Este carácter predicativo es típico de las operaciones calculatorias: a diferencia de los átomos, que indican de manera directa los valores numéricos a los que están asociados, las operaciones calculatorias sirven para formar –a través de la aplicación sistemática de reglas de cálculo– numerales complejos que tienen la propiedad de caracterizar el valor numérico al que hacen referencia. De acuerdo con Seiler (1990, pp. 189-190), el continuo de enumeración se compone de dos extremos: en uno de ellos predomina el principio de indicatividad, mientras que la predicatividad se reduce al mínimo. Como hemos visto, es hacia este extremo que tiende a situarse la técnica de átomos. En el extremo opuesto, en cambio, predomina la predicatividad, mientras la indicatividad se minimiza. Las operaciones calculatorias se localizan hacia este polo. En el punto medio del continuo ambos principios tienden a neutralizarse y predomina un tercer criterio: el de iconicidad. Es en este punto donde se ubica la técnica de bases. La iconicidad se refiere a que entre el concepto y la forma que lo representa existe una relación de similitud o, en otras palabras, a que la asociación entre ambos elementos no es arbitraria, sino que está semánticamente motivada. De esta manera, como veremos más adelante, las bases tienden a establecer relaciones de similitud entre los valores numéricos y el significado de los términos que los representan. En el Esquema (1) se presenta gráficamente el continuo de enumeración propuesto por Seiler (1990).
El objetivo de este trabajo es identificar los términos formativos del sistema de numeración del CSF, tratando de distinguir cuáles de estos términos pertenecen a la técnica de átomos y cuáles a la de bases de acuerdo con la propuesta de Seiler. Asimismo, se intenta identificar las operaciones calculatorias con que cuenta este sistema para generar numerales a partir de los términos formativos, así como la manera en que estas se expresan a nivel morfosintáctico.
El corpus de datos con el que hemos trabajado consta de ciento tres numerales que representan valores numéricos desde el uno hasta el cien mil. El corpus fue recolectado en la comunidad de San Francisco en el año 2012 mediante elicitación a un hablante nativo de CSF de ochenta y cinco años de edad, y complementado en algunos casos por uno de los autores de este trabajo, quien es también hablante nativo de CSF.
3. Términos formativos
En el corpus reunido hemos podido identificar doce términos formativos, es decir, términos que se utilizan recursivamente para formar nuevos numerales haciendo uso de diversas operaciones calculatorias. Estos términos se muestran en (1).
Todos los términos constituyen unidades léxicas independientes, excepto por el sufijo –te, que se añade, como veremos, a los numerales del uno al nueve para formar múltiplos de veinte. El término que se utiliza para el número "mil" es el nombre con el que se designan los coamiles de siembra, pero de este hecho hablaremos más adelante en la sección de bases. A continuación trataremos de identificar cuáles de estos términos pueden describirse como átomos y cuáles como bases.
4. Átomos
Seiler (1990, pp. 190-192) señala que las técnicas de enumeración no se caracterizan por un único rasgo definitorio, sino por un conjunto de parámetros que interactúan y muestran variación de una lengua a otra, y que son consecuencia de su carácter predominantemente indicativo (átomos), icónico (bases) o predicativo (operaciones calculatorias). De este modo, apunta como rasgos típicos de los átomos, entre otros, el hecho de que se trata de numerales que reciben una representación léxica simple (no composicional), así como una asignación directa de su valor numérico, es decir, que no requieren operaciones aritméticas que los asocien con un valor. Por esta razón, suelen tener una transparencia semántica baja. Asimismo, tienden a mostrar una distintividad formal baja, esto es, las formas que presentan pueden ser similares entre sí. Además, son los numerales que tienen el más alto potencial para ser usados cíclicamente en la formulación de nuevos números y, por lo regular, son los primeros numerales del sistema.
De acuerdo con estos criterios, identificamos como pertenecientes a la técnica de átomos los numerales del uno al nueve en CSF. Sin embargo, no todos los numerales parecen ajustarse en el mismo grado a los rasgos antes mencionados. Mientras que los numerales del uno al cinco parecen presentar todos los rasgos típicos de los átomos, los numerales del seis al nueve muestran diferencias con respecto a algunos de estos rasgos. La primera de ellas tiene que ver con el carácter no composicional de los átomos. Casad (1984, p. 267) menciona que, en cora de Jesús María (CJM) – una variante cercana al CSF–, los numerales del seis al nueve se forman prefijando a los numerales del uno al cuatro una base locativa que significa "enfrente". Dada la similitud entre esta serie de numerales en CJM y CSF, podemos extender el análisis a esta variante, tal como se muestra en (2).
Si bien el carácter composicional de los numerales del seis al nueve no parece ser transparente en la actualidad para los hablantes, el análisis presentado en (2) muestra que, por lo menos desde un punto de vista etimológico, los numerales del seis al nueve no son morfológicamente simples, sino que están constituidos por la mencionada base locativa y las raíces de los numerales del uno al cuatro.7
En segundo lugar, el análisis implica también que estos términos muestran o mostraron en su origen– rasgos de iconicidad, en el sentido de que parecen hacer alusión a los dedos de las manos como unidades de conteo. Por eso los numerales del cuatro al nueve "están enfrente" de los primeros cuatro numerales, que tienen una forma más básica, como se puede ver en (1). Esta idea se refuerza si consideramos que, también desde un punto de vista etimológico, el numeral para "diez", ta-mwáamwata’a, al parecer significa, como veremos al hablar de las bases, "(en) nuestras manos". En este numeral se puede distinguir el prefijo posesivo ta-, de primera persona plural, así como una forma antigua del sustantivo "mano(s)". Como señala Seiler (1990, p. 124), en muchas lenguas la forma de los primeros numerales está antropomórficamente motivada en los dedos de las manos e incluso de los pies, y Barriga (1998, pp. 40-41) menciona que esto es especialmente cierto para las lenguas indígenas americanas.
De esta manera, los términos del seis al nueve constituirían átomos que muestran algunos de los rasgos típicos de esta técnica pero que, por lo menos en su origen, se encuentran asociados también con uno de los rasgos más sobresalientes de la técnica contigua de bases: iconicidad (aunque no con otros de los rasgos importantes de esta técnica).
5. Bases
Siguiendo a Seiler (1990, pp. 192-196), las bases se pueden entender como "paquetes" de números, esto es, como términos que representan un valor numérico específico –por ejemplo, "cinco", "diez", "veinte" o "cien"–, los cuales se utilizan como punto de referencia para construir o calcular series de números de manera regular. ¿Cómo se asigna a las bases su valor numérico? A diferencia de lo que suele ocurrir con los átomos, en la técnica de bases la relación entre el término formativo y el valor numérico que se le asigna tiende a mostrar un fuerte carácter icónico, es decir, que la relación entre ambas partes suele estar semánticamente motivada. Como dijimos antes, la iconicidad es uno de los rasgos más sobresalientes de la técnica de bases, que la distingue –junto con otros rasgos– de las técnicas contiguas de átomos y operaciones calculatorias. Seiler (1990, p. 193) señala que la fuente de motivación semántica más común para formar las bases es el cuerpo humano. Así, en muchas lenguas de base cinco el término para esta base es el nombre para "mano"; en lenguas de base diez es común tomar algún término que haga referencia a las dos manos; y en lenguas vigesimales la base para veinte suele hacer referencia al cuerpo humano en alusión a los veinte dedos. En el caso del CSF, creemos que las bases tamwáamwata’a ("diez") y –te ("veinte") estuvieron en su origen antropomórficamente motivadas, aunque en la actualidad han perdido su transparencia semántica.
Asimismo, en muchas lenguas existen también bases con una motivación semántica no antropomórfica (Seiler, 1990, p. 193; Barriga, 1998, pp. 44-45). De este último tipo de bases hablaremos un poco más al abordar la base bí’ira’a ("mil") del CSF.
Además de su carácter icónico y de su función como bases de cálculo para formar serializaciones regulares, Seiler (ib.) menciona otro rasgo sobresaliente de las bases, que es de particular importancia para el presente estudio: la "obliteración". Esta propiedad se refiere a que las bases se someten por lo regular a un proceso de pérdida de su motivación semántica y, por tanto, su origen icónico se vuelve cada vez menos transparente. De acuerdo con los criterios anteriores, en CSF identificamos como bases los términos que aparecen en (3)
Estos tres términos, efectivamente, se utilizan, de acuerdo con el corpus analizado, como bases de cálculo para realizar las mencionadas serializaciones regulares en el conteo de números cardinales en CSF. Las operaciones calculatorias utilizadas para formar estas series se abordarán en el siguiente apartado. Además de este rasgo, los tres términos, sobre todo tamwáamwata’a y -te, parecen mostrar como ya dijimos un origen icónico, si bien este ha perdido transparencia semántica. A continuación hablaremos de cada uno de estos términos.
5.1. Tamwáamwata’a
La base tamwáamwata’a es la primera que aparece en el conteo en el sistema de numeración del CSF, después de los nueve átomos. Se utiliza como base de suma para formar los numerales del once al diecinueve –ver algunos de los ejemplos en (5)–, y entra en la composición de otros números complejos, como las decenas que no son múltiplos de veinte y el numeral para "diez mil" – ver ejemplos en (6) y (14), respectivamente.
Conclusiones
Como hemos visto, el sistema de numeración del CSF es un sistema productivo en el que se utilizan plenamente las tres técnicas de enumeración identificadas por Greenberg (1978) y Seiler (1990). De acuerdo con nuestro análisis, los términos del uno al nueve pertenecen a la técnica de átomos. Mientras que los numerales del uno al cinco presentan todos los rasgos típicos de los átomos (representación léxica simple, asignación directa de su valor numérico, primeros numerales del sistema, máximo potencial para ser usados cíclicamente, etc.), los numerales del seis al nueve se alejan un poco de esta caracterización por presentar al parecer ciertos rasgos de iconicidad y estar morfológicamente compuestos (si bien su composicionalidad no parece ser transparente en la actualidad para los hablantes).
Por otra parte, hemos encontrado que el CSF tiene tres bases de cálculo: una base decimal (tamwáamwata’a), una vigesimal (-te), y una base para mil (bí’ira’a). No es extraño encontrar una base para diez y para veinte, pues, como ha demostrado Barriga (1995), estas bases son comunes entre las lenguas indígenas mexicanas, especialmente la base veinte. Sin embargo, al parecer sí es inusual encontrar una base mil en el contexto de estas lenguas. Basándonos principalmente en los datos que aparecen en Ortega (1732), expusimos algunos argumentos para proponer un posible origen icónico para estas tres bases; asimismo, vimos que este origen no es transparente en la actualidad debido a los procesos de obliteración, lexicalización, erosión fonológica y morfologización a los que las bases se han visto sometidas. En el caso de bí’ira’a ("mil" / "coamil"), se retomó la idea de Bartholomew (1980) para plantear una hipótesis alternativa sobre el origen de esta base, que establece que la base "mil" en esta y otras lenguas indígenas mexicanas proviene de un calco de la raíz náhuatl milli, que significa "coamil", y que adoptó también el significado de "mil" debido a la similaridad entre dicha raíz y la palabra "mil" del español.
Finalmente, encontramos que el CSF utiliza tres de las cinco operaciones que distingue Greenberg (1978) para las lenguas del mundo. En primer lugar, utiliza ampliamente la adición y la multiplicación, haciendo uso, en el primer caso, de un superessive link (en términos de Greenberg, 1978) y de la yuxtaposición de elementos con un orden "numeral grande-numeral chico" y, en el segundo caso, del sufijo –te ("veinte") y de la yuxtaposición con un orden inverso al de la adición ("numeral chico-numeral grande"). También identificamos el uso de la división, aunque con un rango de uso más restringido, pues solo se utiliza para formar el numeral para "quinientos", que a su vez se toma como base para formar las centenas hasta novecientos. Asimismo, en los numerales formados mediante operaciones calculatorias se detectaron rasgos que se asocian al carácter predicativo de esta técnica, como el uso de cláusulas relativas para introducir las unidades a partir de veinte y el uso de la cópula pwán en algunos de los números más altos analizados.
Referencias
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